Vivimos en la era de la información. Tenemos más acceso al conocimiento que nunca antes. Más herramientas para aprender, para crear, para pensar. Y sin embargo, algo extraño está ocurriendo. A medida que el mundo se llena de pantallas, de datos, de conexiones, inteligencias artificiales, parece que colectivamente nos volvemos más superficiales, más tontos. No más tontos en el sentido clásico, sino menos profundos, menos capaces de detenernos, de reflexionar, de pensar por nosotros mismos. Si te fijas, las conversaciones se han vuelto más rápidas, más reactivas, más emocionales. Las discusiones duran lo que se tarda en pasar un vídeo corto y todo lo que no cabe en un titular parece aburrido o complicado. Hemos confundido la velocidad con la inteligencia, la emoción con la razón, la opinión con el conocimiento y no es casualidad. De hecho, nada de esto es casual. Es el resultado de un sistema que se ha ido construyendo poco a poco sin que apenas nos demos cuenta. Un sis...
Tan solo una serie de apuntes que me importan a mi y solo a veces...