Sos lo que hacés cuando nadie te mira, lo que decís cuando la puerta se cierra. Lo que realmente pensás, en esos silencios largos, donde solo estás vos con vos.
Porque todos tenemos dos versiones: la que mostramos y la que guardamos. La de la vidriera y la del sótano. La verdadera identidad vive en ese espacio que no fotografiamos, que no compartimos, que apenas nos animamos a confesar.
Sos también, esos pensamientos que te avergüenza, esas palabras que dijiste por atrás y que hoy te pesan. Pero también, sos esa bondad secreta que nadie vio, esas pequeñas victorias contra tus peores instintos que celebras en soledad.
La Identidad, no es el personaje que construís para los demás, es todo eso que hacés cuando el público se va; cuando las luces se apagan y quedás solo frente al espejo; ese reflejo que también sos vos.
Y ahí, está la parte jodida, no podés mentirte en tu cara. Podés engañar al mundo entero, con tu mejor actuación, pero vos sabés. Sabés, quién sos de verdad, cuando nadie está mirando.
La buena noticia, es que también ahí, en ese espacio privado, está el poder de cambiar. Porque si sos quien sos cuando nadie te ve, entonces también podés empezar a ser quien querés ser.
La Identidad, no se construye en público. Se construye en la intimidad de tus decisiones diarias, en esos momentos donde elegís ser decente aunque nadie te aplauda.
MC
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